Estefanía no puede estar sola.

Siempre tiene que tener a alguien con quien salir. “Alguien que me caliente la arepa” nos dijo la otra noche, soltando una risotada que despertó el bebé. Mi mujer dice que es porque su padre los abandonó cuando ella tenía un año y se vino para Londres y que vive buscando la imagen paterna. Yo pienso que es tan solo que algunos no pueden vivir sin tener a quién abrazar por las noches, alguien a quien querer. Pero por lo que sea, Estefanía no puede estar sola. Llegó a Londres cuando tenía 14 años. No conocía a su papá y vino porque le hacía mucha ilusión conocerlo a pesar de las cosas malas que oía de él: que era un irresponsable, que no mandaba plata para los hijos, pero si para las hermanas y los amigos que lo tenían como el mejor hombre del mundo (luz de la calle, oscuridad de la casa decía su madre),que era un borracho peleón, que mientras ella no tenía zapatos para salir, el le había pagado a las sobrinas quinceañeras viajes a San Andrés, y una larga lista de etcéteras que a Estefanía le dolían mucho, porque después de todo, a nadie le gusta saber que viene de mala semilla.


Cuando Estefanía llegó a Inglaterra, en el aeropuerto se encontró con un señor bajito y con cara de enguayabado que dijo que era su padre. Las fotos que ella había visto en Colombia, eran de un hombre guapo y bien vestido, de mirada penetrante y un bigotillo –según su madre- a lo Pedro Infante. Pero esa no sería su única decepción. Su padre la llevó a vivir al barrio de Pimlico, los dos en una pieza. La dueña de la casa era doña Mercedes, quién vivía con su esposo Luís Tique y sus 2 hijos de 15 y 16 años, venían del Cauca. Pronto descubriría, que doña Mercedes era más que la casera para su padre. Y de la peor manera. Un fin de semana que se sentaron a beber y escuchar música de Darío Gómez. No se sabe bien porque, pero a su padre le entraron celos de doña Mercedes y comenzaron a pelearse. Don Luís se había quedado dormido borracho mucho antes y por eso no vió cuando su padre cogió un cuchillo de la cocina y salió a perseguir a doña Mercedes. No pasó a mayores, pero ellos se tuvieron que ir de allí. Lo cual, por otra parte, fué una bendición, ya que a su padre el gobierno le dió una casa de 2 habitaciones para vivir y por primera vez en su vida tuvo una pieza para ella sola.


El problema es que por el miedo a estar sola, Estefanía no sabe decir que no y se ha metido en relaciones dañinas con hombres dañinos, como su padre: ha conocido españoles, italianos, argentinos, polacos, africanos de Ghana; de todo, excepto colombianos. Ella dice que los colombianos son muy infieles y solo piensan en beber y parrandear; que no son serios. Pero si se ha metido con árabes que son famosos en Londres por tratar a sus mujeres como un cero a la izquierda. El último, un tal Mohammed le regalaba flores y le recitaba poemas al principio, hasta bailaba salsa el condenado, ella creía que había encontrado su alma gemela – por cincuentava vez-. Los amigos le decíamos que tuviera cuidado, la diferencia de religiones es una barrera muy grande, que viera como trataban los musulmanes a las mujeres. Pero Estefanía, ansiosa de un hombre a su lado, no nos hizo caso, y como siempre, se lo llevo a vivir a su casa. Al tiempo, el árabe empezó a mostrar el cobre y comenzó a tratarla a las patadas. Hace 2 semanas el sábado, llamó llorando a mediodía: “Mohammed me tiró los huevos fritos a la cara” Y era que al hombre le gustaban los huevos con la yema blanda, y ella se los había servido con la yema dura. No era tampoco la primera cosa que le tiraba a la cara Estuvo durmiendo en la sala de mi casa y no volvió al apartamento hasta que el árabe no se fue. Anoche vino a comer a casa. Vino con el amigo; un argelino “asylum seeker” que necesita papeles para poder seguir viviendo en Inglaterra; es musulmán, y le regala flores. Y hasta baila salsa el condenado.